Para lograr el éxito, uno de los grandes sueños de muchas personas, es convertirse en sus propios jefes. Esto representa un gran anhelo; más sin embargo en muchos de los casos existe la tendencia a confundir los términos y por lo general quien no planifica correcta y oportunamente, toma un rumbo equivocado.
Analizando concienzudamente lo que algunos expertos han comentado sobre el tema, he llegado a la conclusión de que es necesario aprender de las experiencias ajenas; y por lo que he podido notar, hay una gran cantidad de estos casos que ocasiones pasan desapercibidos. Hay personas que irradian un gran éxito ascendente, pero al momento de comparar su nivel de ingresos con las horas-hombre utilizadas, las inversiones y el estrés al que se someten, llegamos a la conclusión de que realidad es totalmente distinta.
Ser nuestros propios jefes requiere que cada uno de nosotros nos multipliquemos para poder realizar todas las tareas y actividades que el día a día exige para que todo funcione bien, cubriendo todos y cada uno de las actividades que cada puesto de trabajo exige; y para que esto ocurra, para que todo funcione bien, debemos aumentar la inversión de tiempo, esfuerzo y trabajo.
Cuando llegamos a esta situación encontramos que en lugar de ser nuestros propios jefes, nos hemos convertido en auto-empleados: personas que trabajan el doble o el triple de un empleado convencional, quienes para cobrar su sueldo acorde con su trabajo debe asegurarse de que su negocio produzca rentabilidad suficiente, ya que si no produce no cobra, no puede cubrir gastos operativos, su manutención, y por supuesto que no puede asignar responsabilidades a otras personas.
Es todo un desafío poco recomendable; no por el hecho de que no se pueda hacer, sino por el hecho de que nuestras limitaciones como seres humanos hacen que ocurran (aunque no queramos reconocerlo), fallas que afectarán el producto de nuestros esfuerzos e inversiones. Además de esto, el dedicar una mayor cantidad de horas al trabajo también consume una parte importante de nuestra vida privada, ya que no podemos diferenciar o separar la vida privada del trabajo del que depende nuestro bienestar y el de nuestras familias. Nos convertimos en personas celosas y desconfiadas porque debemos estar preparados para afrontar cualquier situación que se convierta en un obstáculo que atente contra el logro de nuestras metas y nos dificulte alcanzar nuestros objetivos como parte del futuro deseable.
Esta reflexión no constituye contraposición alguna al hecho de que no pueda intentarse ser nuestros propios jefes; más que todo, está dirigida a discernir correctamente en qué áreas podemos ser nuestros propios jefes, y en cuáles no es saludable serlo. A diferencia de esta idea obsesiva de algunas personas, quienes creen que siendo sus propios jefes pueden resolver su situación futura, entregando más de lo que humanamente pueden, incluyendo su salud física y mental, existe la posibilidad de compartir las cargas con otras personas asociándose con ellas. Queda por sentado el hecho de que no en todo tipo de negocio esta posibilidad se convierte en la más rentable; pero en el ramo inmobiliario, es una de las más recomendables, así como en otros casos en los que nuestros ingresos dependan de un servicio (coach, asesor, consultor, docente, etc).
Como ya había comentado en una entrega anterior: antes de ingresar a formar parte de una organización es necesario saber con qué cuenta la organización, y hacia dónde la dirigen sus actuales jefes, gerentes o propietarios. A tales efectos te pregunto ¿estás dispuesto, o dispuesta a ingresar a una empresa grande, o a una gran empresa?
Aunque aparentemente esta pregunta, tomada a la ligera no tiene gran significancia, en el fondo sí lo tiene. En algunas empresas grandes, tus ideas no serán tomadas en cuenta por el hecho de que existe “un cuerpo directivo” encargado de planificar y tomar las previsiones. Te conviertes en un “hacedor o ejecutor” de procedimientos estrictos probados y comprobados que deben ser aplicados con precisión milimétrica en toda circunstancia; mientras que en una gran empresa, tus ideas, iniciativas y recomendaciones son tomadas en cuenta para ser puestas en práctica, ya que son más dadas a la innovación.
Además de esta sencilla pero ilustrativa diferencia entre lo que se puede considerar como una empresa grande, y una gran empresa, sin entrar en detalles sobre las ventajas y desventajas que cada una de ellas ofrecen, considero importante tomar en cuenta el tamaño de la empresa u organización; y me voy a remitir en esta oportunidad a las ventajas que motivaron a que me asociara a una empresa inmobiliaria, por considerar su amplio potencial para convertirse en una gran empresa.
Entre las ventajas más relevantes se encuentran las siguientes: como agente inmobiliario independiente, mi cartera de inmuebles captados para la venta, alquiler y administración es limitada; mientras que a través de la empresa inmobiliaria tengo acceso a una mayor cantidad de inmuebles, y puedo ofrecer más opciones a mis clientes.
A través de la empresa inmobiliaria cuento con el apoyo administrativo a través del marketing, la gestión de leads y atención al cliente; por otra parte, cuento con el apoyo y asesoramiento en materia jurídica inmobiliaria. La empresa inmobiliaria ofrece la posibilidad de optar a comisiones, bonificaciones e incentivos producto del cierre de negocios, y a través de su marca hay la posibilidad de atraer nuevos clientes.
Una gran empresa permite promocionarte como profesional, a través de su propia marca; además, contarás con el apoyo de personas que en algún momento te ayudarán a salir de alguna situación en la que te hayas atascado. Existe un sinfín de ventajas, pero también existen desventajas en una proporción menor; de allí que: a mi entender, todo se convierte en ganancias, ventajas, oportunidades y mejores condiciones de trabajo, sin arriesgar más que parte de tu tiempo, conocimientos y dedicación.